Seguidores

miércoles, 29 de febrero de 2012

Nostálgico de ti.


Esta noche me debatí entre dos opciones, la vida o la muerte... Y curiosamente las dos llevaban tu nombre. La vida, la que me das todos los días aunque no estés aquí conmigo... La muerte, el querer olvidarte. Flotando entre niebla y humo gris propulsado por mi cigarro, escribo esto en las calles, ciego de alcohol y porros, deseándote. Divagando entre dimes y diretes y nubes de humo marrón como tus ojos castaños, te me apareciste delante, pero sólo era una maldita y barata copia...
Maldiciendo mi suerte y después de un par de bailoteos, vuelvo a casa cual zombi demacrado, ciego como yo solo. Eso si, con una sonrisa gilipollas porque por un ínfimo instante creí tenerte. Putos instantes... Si la vida se midiera con los mismos habrías sido mía tantísimas veces... Sólo quiero olvidarte cuando no estás a mi lado, porque me falta la vida y me das la muerte si no te tengo. No te marches, quédate conmigo y escapémonos del mundo.

jueves, 16 de febrero de 2012

Amor de noche.


A altas horas de la noche se podía contemplar mi sombra en la ventana de mi habitación, susurrando nostálgico… Nostálgico de ti mientras escribo esto a ritmo de jazz. El reloj marca las tres y cuarto y yo en pie todavía dedicándote estas líneas… Vuelta a las noches de insomnio, cigarros interminables y horas frenéticas. Ansioso de tenerte entre mis brazos en estos instantes, mi imaginación vuela alocada y juega haciéndote el amor inconsciente…
Ardiendo en deseos de que aparezcas por mi puerta, podrías acercarte de sorpresa y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos yo con el rojo de tus labios, tú con el tizne azul de mi bolígrafo… Mas el frío de la realidad me devuelve a este párrafo y me congela, pero una llama en mi interior se niega, se niega a impedir que ese frío me hiele… Una llama juguetona y curiosa que lleva tu nombre y apellidos. En medio de la noche oscura, una luz naranja se vislumbra por el pasillo de mi casa rumbo a la ventana de la terraza… Fumando el último pitillo asomado, miro las calles, frías, vacías y solitarias, devastadas por la erosión de la lluvia, mientras que un gato merodea en busca de compañía. El gélido viento calaba mis huesos, mientras la helada se hacía dueña y señora de los jardines, dibujando la última nube de humo despedí la noche y me dirigí a mi habitación. El reloj marcaba las cuatro y media… ¡Joder! ¡Si hace 15 minutos te estaba pensando y hace 10 empecé a escribir la primera línea! El tiempo avanza rápido, implacable… Igual que nuestros pies que se buscan para empezar la historia.