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viernes, 30 de diciembre de 2011

Única.


Escribo esto mientras suena música de fondo a la tenue luz de una vela que se consume lentamente… Observo la llama, absorto por el fuego, el mismo que hay en su mirada, el mismo que me atrae cuando la miro fijamente… Dios, podría pasarme una eternidad mirándola. Saco un cigarrillo y me pongo a pensar en ella; de repente, se para el mundo, la música deja de sonar y el único sonido que se escucha en toda la habitación es el crujido del tabaco al aspirar el humo. Cuando me pongo a pensarla, entro en un trance profundo en el cual solo existimos ella y yo. Estoy empezando a creer que mi hora supletoria se queda corta... Para qué mentir, todo el tiempo del mundo se quedaría corto cuando de pensarla se trata, maldita imaginación… Azarosa fauce que del tiempo se alimenta.

La cera se derrite poco a poco impertérrita ante los achaques de la ardiente llama… En estos momentos estoy en sintonía con el dichoso cirio porque al igual que él, yo también me derrito cuando la tengo a escasos milímetros de mí, cuando la beso o simplemente cuando la rozo. Chronos juega insaciable con las manecillas del reloj, hacia delante cuando está conmigo y hacia atrás cuando no la tengo a mi lado… Ni tan siquiera el tiempo es justo. El cigarro se consume lento posado en el cenicero al compás de la candela, le doy dos caladas y lo apago mientras aprovecho el último hálito para extinguir la inconmensurable llama y me predispongo a cerrar este escrito con un punto y final.

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