Seguidores

sábado, 3 de marzo de 2012

Jazz y ella, una botella y nuestra paz.


Sentado en la barra de aquel bar ahogando mis penas, anduve rebuscando entre mis alegrías y te presentaste la primera. Cabizbajo entre rodajas de limón y cubos de hielo, con el vaso en una mano y el cigarro en la otra, sin historias, sin rumbo, sin planes, sin sentido. El camarero preguntó si quería otra y se interesó por mi estado... "Échame el whisky y déjate de historias" le contesté. Entre un mar añejo contaminado por lágrimas seguía en aquella tasca, removiendo el hielo a ritmo de un solo de saxo, buscando algo que mereciera la pena... Las horas pasando y yo borracho en aquel bar, sin intención de hablar con nadie, sólo con mi yo interior y la verdad, a medida que iba bebiendo la conversación conmigo mismo era más honesta. La clientela abandonaba el local al ritmo que iba descendiendo mi copa. "Pobre diablo..." escuché a mis espaldas, "pobres imbéciles..." pensé yo agarrando el vaso con desdén.
Saqué el último cigarro de la cajetilla de Camel y retomé mi búsqueda, indagando algo que de verdad importase... Cuando de repente, volviste a aparecer... Siempre apareces, siempre tú, la respuesta a todos mis interrogantes. Apagué el cigarrillo, terminé mi copa y pagué mi cuenta. Salí de allí tambaleándome cual perro viejo, con una sonrisa tonta pensando en ti, una noche más por no variar, con las manos vacías y el corazón lleno.

1 comentario: