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jueves, 14 de abril de 2011
Suspiros vanos, caricias calculadas y besos infinitos...
Me asomo a la ventana a la vez que saco un pitillo de la cajetilla de Camel recién abierta y me paro a pensar un rato. El cigarro se consume por segundos, el humo se disipa disimuladamente en la atmósfera y mientras tanto un gato solitario se pasea curioso por la calle, en esos momentos desierta. Apago el pitillo, miro el móvil para comprobar la hora y me encuentro con ella, con ella y su sonrisa, su sonrisa indiscutible, siempre la misma, siempre bella… La echo de menos, ¡joder si la echo de menos!, intento convivir con ello pero la agonía llega a ser tal, que resulta insoportable; por esa razón me entrego al folio, porque de una manera u otra me estoy entregando a ella…
Te escribo estas palabras a mil años luz de ti, porque sé que de alguna forma las acabarás leyendo, aunque no quieras, aunque no te importe, aunque no quieras saber de mi o simplemente aunque no tengas ganas de nada, en el fondo sé que las acabarás leyendo. Y cuando lo hagas, de alguna manera conseguiré avivar la llama que hay en tu interior, esa llama que se muere de ganas por volver a arder. Te escribo estas palabras por si algún día, por el motivo que sea, no te vuelvo a ver: “Me gustaría mirar todo de lejos, pero contigo…”
miércoles, 6 de abril de 2011
Cambiaría todo por estar a tu lado en estos instantes...
Una noche más eres la protagonista de mis relatos, una noche más que tampoco duermo… Porque cuando te paseas curiosa por la nube de mis pensamientos, me vuelvo puro insomnio; porque cuando apareces dejo de ser yo para convertirme en el mejor explorador cuando me aventuro por las zonas más ocultas de tu cuerpo. Una noche más que maldigo mis pensamientos…
Después de largas horas de vueltas en cama me levanto un tanto aturdido y acalorado, abro la ventana y me dedico a otear las estrellas, la noche está de ojos abiertos y soy el único superviviente en esos momentos… Tras interminables cigarros y efímeros bostezos caigo rendido ante el cansancio y me sumerjo en lo más profundo del mundo de los sueños y allí estás tú, mi intrusa onírica favorita. Cruzamos miradas, jugamos al despiste intentando evitarlas, pero siempre se acaban cruzando en el mismo punto. Luego me sonríes mientras te alejas grácilmente, induciéndome a que vaya detrás de ti, te seguiría hasta el mismísimo infierno si hiciera falta… Te contemplo mientras caminas, con esos andares que conducen al delirio, te detienes, me acaricias sensualmente como lo hiciste la última vez. Me miras fijamente pidiéndome guerra y te devuelvo la mirada pensando “cariño, comparado con esto, la guerra será cosa de niños…”, sólo que esta contienda no entiende de bombas y misiles, si no de gemidos y arañazos, sudores y gritos, hasta que los cuerpos aguanten…
Me levanto sudoroso y acelerado, vuelvo a abrir la ventana y no sé si el cansancio que me hace delirar… Pero en el firmamento contemplo tu inicial, perfectamente legible, con una bonita caligrafía, como si alguien ordenara las estrellas con riguroso orden. Me fumo el último cigarro mientras me despido de la noche susurrando “Cambiaría todo por estar a tu lado en estos instantes…”
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