Toda mentira auto-convictiva es puramente absurda. Te echo
jodidamente de menos, tanto que cada una de mis extremidades recuerda el roce
de tu piel... Mis manos echan de menos acariciar tu espalda suavemente mientras
se producía esa chispa, esa puta chisa que recorría todo mi cuerpo y a la que
era adicto… Un yonki de tu electricidad estática bajo sábanas, así solía
definirme… Bajo un manto de estrellas, sentado en un banco cualquiera te
recuerdo, te recuerdo y suspiro, y no quiero seguir suspirando, porque ya no
estás, porque ya no te tengo entre mis brazos cada noche, porque ya no tengo tu
sonrisa, esa contagiosa que producía una mueca idéntica en mi rostro… Porque
aquella sonrisa se ha tornado en un triste llanto lastimero que anhela volver a
besarte. Sólo una vez más aunque sea. Sólo un beso y mil caricias. Solos tú y
yo, otra vez. Miro al cielo con recelo y dubitativo, preguntando a las
estrellas donde estás, pidiendo que me marquen el camino hacia tu piel, tersa,
delirantemente excitante, hacia esa chispa que tú, de alguna manera, me
regalabas y extraño. Necesito un poco de aquello, una vez más… Tan sólo una vez
más… Tan sólo vuelve…
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